Carita Chorreada
¿Alguna vez han contratado a una prostituta o un ‘scort’? Yo jamás lo había hecho antes y bueno, prácticamente no pague dinero por tener sexo pero aproveché mis influencias como una disque reconocida periodista para echarme a un gruperito al que le eché el ojo en una entrevista que realicé hace un par de días.
En esta historia le diremos “El Potrito” porque Alejandro Fernández ya tiene el otro apodo y los hijos de mi estimado señor cantante se llaman “potrillos”, así que opté por algo parecido pero original. Omito su nombre porque el ego de los hombres es tan cabrón que o se va a sentir en las nubes o va a demandarme, pero puedo decir que me atrajo esa sonrisa sensual que posaba para cada fotografía que le tomaban en el periódico y luego vi su espaldota y unas buenas piernas que hicieron que se me antojara. De hecho, terminando la entrevista su manager me ayudó un poquito para que el lepe me besara y ufff, lo quería esa noche en mi cama pero no se pudo.
Ayer tocaron en un bar al que jamás había ido: hay puros viejitos, prostitutas que se aferran a la juventud con mini faldas, olor a cerveza, cigarros, orines y sexo; la luz es como de una discoteca de los 80; de luces de colores y me imagino que en sus buenos tiempos era un excelente lugar porque famosísimos como Paquita La del Barrio están en “el muro de la fama” de dicha taberna. Fue todo una experiencia entrar ahí; de por si casi no salgo a bares, menos a uno con aroma a senectud.
Al “Potrito” me lo quería echar desde antes, le pasé mi whatsapp y fui directa: te ves bien rico. Me pidió una nota y le dije que se la daría a cambio de un coge; accedió. Fui a comer con todos sus compañeros al norte de la ciudad, él intentó portarse caballero pero como que mejor que se siga dedicando a la música porque no sabe seducir a una dama, de hecho, en la comida me gustó más uno de sus compañeros, creo que el técnico de aspecto rockero con chaqueta de mezclilla.
Pero a lo que nos truje: Llegamos al mentado bar de mala muerte, ellos pasaron a una entrevista y al volver yo ya estaba pacheca y deseosa de sentir tu miembro dentro de mí: “Vaya, coger con un famoso; quizá así empezó Lupe Esparza o Edwin Luna, uno nunca sabe”, pensé. Me le acerqué pero la ternurita se puso colorado como un tomate, me dijo que lo esperara para decirle a sus colegas que nos dejaran solos en la van y okay.
Así lo hizo: habló con uno de sus jefes, con sus compañeros y todos me dijeron que me subiera a la troca porque él ya estaba adentro. No sé si seguía bajo los efectos de la hierba o en verdad quería cogerme a uno de mis entrevistados pero ya sentía mi única tanga del guardarropa mojada; él se recostó en el asiento trasero y toqué su pene, todavía no estaba listo.
– ¿Aún no?
– No, pero ahorita se prende – Dijo seguro
– Ay muchachito
Bajé hasta sus pantalones y le ayudé a desabrocharlos; me recordó a mi “toro” y la vez que le quité su virginidad. Puse su salchicha en mi boca, tamaño promedio pero de buen grosor; me hizo ahogarme un par de veces. Ya que supe que estaba bien duro le ordené ponerse el condón que minutos antes pudo sacar del empaque nuevo de Playboy.
– Yo quiero abajo – Fui directa y él obedeció a mis órdenes. El yoga me ha ayudado a ser más flexible así que coloqué mis piernas de modo que pudiera entrar enterito. Soy estrecha pero no me dolió tanto, más si lo disfruté. Comenzó a embestirme de una forma sublime, casi con cariño y cuidado; yo quería algo rudo y como que medio me adivinó el pensamiento al poner una de sus manos de bajista en mi cuello y apretarlo levemente: “más, quiero más”, pensaba pero él no se animó a tanto, sólo una que otra nalgada y tampoco tan fuerte.
Admito que tuve un orgasmo, pero es poco a comparación de las venidas múltiples que me ha hecho pasar mi Ángel de Paso o el Fénix mentado.
– ¿Aún no acabas? – Pregunté ya algo aburrida de no poder prenderme más
– No, me gustaría acabar en tu boca
– Okay
Y nos sentamos en esa vagoneta sucia y llena de viajes, recuerdos y canciones; se la volví a chupar rítmicamente, recordando al hijo de mi estimado señor cantante que se parece a él; fantaseando con “La Rana” pero “El Potrito” todavía no acababa.
– Oye ayúdame
– ¿A qué? – Preguntó excitado
– Pues a que termines. Se supone que la que se debió venir era yo y ya.
– ¿Y sí?
– Hmmm sí, pero acaba pronto. Mastúrbate.
Comenzó a jugar con su miembro mientras mi lengua quedaba en la cabeza del mismo; bajé más y de un momento a otro me avisó que acabaría. Sentí cada gota de su leche recorrer mi garganta y la tragué.
Me acomodé el pantalón y le dejé mi tanga como recuerdo, porque es el primer “famosillo” que me cojo y le advertí que si quería triunfar en los medios, ese sería su jale con otras morras o tal vez vatos, para llegar a la cima siempre hay que pagar un precio. Él la guardó en su mochila, una similar a la que mi “toro” tenía en su juventud. Preciosa edad del deseo, los amores baratos y el sexo desenfrenado con protección para evitar bichos y bendiciones.
Bajamos de la van y ahora sí: a tocar. Volví al bar de mala muerte, vi cómo les falló el sonido por un rato y cuando al fin arrancaron su música notaba que los presentes bailaban alegres; quien sabe si algún viejito le habrá pagado a una de las señoras o si en realidad estaban enamorados; la música de Shakira en estilo norteño iba bien a la velada y luego recordar a Leo Dan con un ritmo diferente fue placentero. Mientras todo eso pasaba le contaba a mi mejor amigo Gustavo y a mi “Suggar Teen” de Monterrey todo lo que ocurría y les dije, que sería una de las mejores columnas que escribiría por lo siguiente:
En unos años, tal vez cinco o más, esa agrupación llenará la Arena Monterrey, el Parque Las Maravillas y hasta el Estadio Azteca; se reirán de las charlas tontas afuera de la van y se van a acordar de esta periodista y escritora que se cogió a uno de la banda. ¡Qué recuerdos! En ese futuro yo ya tendré mi libro y seguramente “El Potrito” sí querrá que ponga su nombre en él.
Comencé bien el día de San Valentín, pero no llenó mis expectativas. Ya veré si hay una buena “tinder-aventura” o si conozco a alguien interesante en la calle.
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