El rito incluía las relaciones sexuales y la decapitación de la religiosa para derramar su sangre en zona de extracción de diamantes
Inés Nieves Sancho, misionera española de 77 años, fue asesinada el pasado fin de semana en República Centroafricana.
La burgalesa, perteneciente a la congregación francesa de les Filles de Jesus de Massac, llevaba 23 años ayudando a los más desfavorecidos en el suroeste de este país.
En la madrugada del domingo al lunes, unos desconocidos entraron en su habitación y la llevaron hasta las instalaciones donde enseñaba costura a las niñas.
Allí, la asesinaron por razones que no se conocen por el momento. Los que la conocieron aseguran que Inés era una mujer “amable y pacífica”.
A pesar de su avanzada edad, quería permanecer en la zona ayudando hasta que las fuerzas se lo hubieran permitido.
Monseñor Juan José Aguirre, titular de la diócesis de Bangassou desde el año 2000, señalaba que entraron a su habitación “personas indeseables, la sacaron de la cama y el lunes la descubrieron casi decapitada. No se sabe por qué”.
Pero se van conociendo algunos detalles del brutal asesinato que no son nada tranquilizadores. El país, en conflicto y donde el 80% de su territorio está conquistado por 14 señores de la guerra que lo tienen pisoteado, tiene una población que se muere de hambre y depende de la búsqueda de diamantes.
Y precisamente en los diamantes y en la brujería (el 95% de la población de ese país africano cree en ritos satánicos y magia negra) se encuentra la clave del crimen: Sor Inés formó parte de un rito, como sacrificio, para ofrecer su sangre a la tierra y dar fortuna así para hallar las ansiadas piedras preciosas.
El rito incluía las relaciones sexuales y la decapitación de la religiosa para derramar su sangre en zona de extracción de diamantes.
Inés se suma a los nombres de otros dos misioneros españoles, en este caso salesianos, asesinados en lo que va de año. Fernando Hernández, de 60 años, fue asesinado en Burkina Faso el pasado fin de semana, al parecer por un antiguo empleado de la misión, que había sido despedido. Y Antonio César Fernández, asesinado por un grupo yihadista cuando regresaba a su misión desde Togo, donde había participado en una reunión de su congregación.