Saltillo, Coahuila.- Silvestre Alejandro Orta se presentó con minutos de retraso al Poder Judicial del Estado, donde se le sigue un proceso por el delito de filicidio y feminicidio en grado de tentativa, los cuales cometió en junio; en su propio domicilio.
El imputado de 32 años de edad, se mantuvo serio y atento a la carpeta de investigación que dio lectura el agente del Ministerio Público, solo expresaba su inconformidad y al dársele oportunidad para que rindiera declaración se reservó.
El 24 de junio, Silvestre recibió la visita de un amigo a su domicilio ubicado en la calle 26 de Marzo, de la colonia Provivienda, y enseguida sostuvo una discusión con su esposa, a la cual le exigió que le entregara el celular para averiguar con quién dialogaba.
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El esposo la ha golpeado tres veces y no quiere denunciar
El hombre alcanzó a arrebatárselo y arrojarlo al suelo, para enseguida abalanzarse contra su mujer para propinarle de golpes, además la tomó de los cabellos y la arrastró por el piso, para posteriormente azotarla contra la pared.
LA MUJER PIDIÓ AYUDA
La afectada —en medio de la golpiza— pedía de favor que no la siguiera agrediendo, porque temía que la herida de la cesárea se le abriera.
Fue entonces que Silvestre se dirigió a la cama donde dormía su bebé de un año y le puso una almohada en el rostro para asfixiarlo.
La única manera que se controló, fue cuando un grupo de vecinos acudió a la casa averiguar lo que pasaba y a ofrecerles ayuda. El agresor aprovechó ese momento para huir.
La mujer y su hijo recibieron atención inmediata de las autoridades, quienes por su seguridad la mantuvieron bajo resguardo en un centro de ayuda.
La juez a cargo de la audiencia, Rebeca del Carmen Monsiváis Pechir, dio oportunidad al abogado defensor del acusado para que rindiera un testimonio a su favor y solo alegó que no existe pruebas para fincarle cargo por un feminicidio.
También solicitó que el otro delito —filicidio—, se modificara porque no era su intención acabar con la vida, y que solo se encontraba bajo el influjo de una emoción violenta.
POR JUAN FRANCISCO VALDÉS