A través de sondas en su cabeza, científicos curaron al Dr. Plummer, quien bebía casi una botella entre de whisky por noche. No dejo el alcohol hasta que su hígado falló en 2012. Recibió un trasplante en 2014 pero aun así no dejaba de beber, hasta que comenzó a rendirse. Y cuenta para The Sun que, el tratamiento experimental al que fue sometido ha cambiado su vida.
El experto en enfermedades infecciosas acudió hasta Canadá como último recurso. Allí, los médicos utilizaron un método en el que perforaban su cabeza para implantar dos electrodos a su cerebro.
Dichos electrodos están conectados a una batería colocada debajo de la clavícula. El tratamiento tiene como finalidad enviar pulsos eléctricos al área del cerebro relacionada con la adicción y la recompensa.
Además, los expertos aseguran que regula y reestablece la actividad cerebral que hace que los adictos sientan el deseo de beber alcohol.
Tras un año de haberle implantando los electrodos, Plummer lleva su estimulador encendido las 24 horas y cuenta que ya no ansía constantemente el alcohol. Incluso es capaz de beber una copa sin problemas de recaer en adicción.
“El tratamiento ha cambiado mi vida. Me ha salvado la vida. No pienso en el alcohol todo el tiempo como solía hacerlo. Bebo ocasionalmente pero no lo anhelo”, cuenta el Dr. Plummer.
Su esposa, Jo Kennelly de 53 años rescata el cambio significativo que ha tenido Plummer tras haber sufrido una fuerte adicción al alcohol. Cabe resaltar que los problemas de alcoholismo han cobrado la vida de más de 7 500 británicos el año pasado, señala The Sun.