Saltillo, Coahuila.- Con la cabeza destrozada, sin vida y en medio de un charco de su propia sangre terminó una joven de 18 años, quien junto con un grupo de amigos, habían salido de una fiesta y sufrieron un violento percance vial.
El abuso en el consumo de alcohol fue el principal factor para que esta lamentable muerte ocurriera.
Según autoridades, al alto nivel de alcohol en la sangre del conductor, hizo que chocara contra un taxi, y para evadir su responsabilidad intentó huir.
El taxista inició la persecución que terminó poco después, luego de que el joven chocara contra una barda, contra la cual la jovencita impactó la cabeza, perdiendo la vida al instante.
CULPABLE MANEJABA AUTO PRESTADO
Según las primeras investigaciones, Jorge Pecina paseaba en un vehículo prestado con un grupo de amigos, entre ellos Perla Alejandra Aldaco, pero al ir circulando por la calle de Coss perdió el control e impactó a un taxista.
Jorge huyó, por lo que se inició una persecución, atravesando la colonia Panteones y siguiendo por Calzada Madero. En su intento por escapar tomaron la calle Principal, de la colonia Mitras, en donde a causa del exceso de velocidad perdió el control.
Esto los llevó a impactarse contra la cuneta y posteriormente contra una barda, por lo que Perla, quien no portaba el cinturón de seguridad, salió por la ventana y golpeó su cabeza contra la barda, sufriendo un trauma de cráneo que le quitó la vida al instante.
NI ASÍ SE HIZO RESPONSABLE
No obstante que su amiga salió disparada del auto a su muerte, Pecina nuevamente intentó huir, pero no lo logró ya que se impactó en contra de una camioneta, finalizando así su alocada marcha. Fue entonces que el taxista logró retenerlo hasta el arribo de las autoridades, quienes procedieron a su detención.
Minutos más tarde llegaron elementos de la Fiscalía General del Estado para tomar conocimiento del accidente y del deceso, trasladando el cuerpo al Semefo para su necropsia y turnando el accidente ante el Ministerio Público para que se determine la culpabilidad del conductor.
POR CHRISTOPHER VANEGAS