Reino Unido.- Alex conoció a Jordan cuando ambos tenían 16 años y tiempo después iniciaron una relación.
En los primeros años Alex recibió maltrato físico, pero fue durante los últimos nueve meses de la relación cuando las agresiones subieron de tono hasta convertirse en puñaladas, martillazos y quemaduras.
En una ocasión, Skeel fue despertado de un botellazo, tan sólo para ser perseguido y golpeado con un martillo en la cara y brazos por su novia.
Ella también le negaba la comida, lo obligaba a dormir en el piso y a mantenerse lejos de su familia.
Tuve quemaduras abiertas. Perdí 20 kilos. Fueron tres años de abuso mental y luego se volvió físico (…) Se me infectaron las quemaduras en casi todo el cuerpo. Afortunadamente se las arreglaron para tratarlo”.
Según relató a la BBC, una vez Jordan le dijo que había recibido un mensaje donde le informaron que su abuelo había muerto. Luego de ver llorar a su novio por dos horas, le confesó que la noticia era falsa y lo recriminó por haberse preocupado por su familia.
El año pasado un vecino escuchó los gritos provenientes de la casa donde ambos vivían.
Skeel tuvo que ser llevado al hospital en una ambulancia pues tenía quemaduras en brazos y piernas, ocasionadas por el agua hirviendo que Worth le había arrojado. No obstante sus heridas, él regresó a la casa que compartía con su novia y no se fue hasta que un oficial de policía lo persuadió para que hablara sobre el infierno que estaba viviendo.
Jordan Worth se declaró culpable de las agresiones y fue condenada a siete años de prisión, más seis meses por comportamiento controlador y coercitivo. Esta es la primera condena por violencia de pareja en Reino Unido donde la agresora es una mujer.
Al respecto de la sentencia, el inspector jefe de detectives Jerry Waite comentó “Estamos encantados con esta condena. La sentencia impuesta refleja la gravedad con la que se ven estas ofensas. El control coercitivo es sutil: no siempre es obvio lo que ha estado sucediendo y puede aumentar. La víctima puede no reconocer inmediatamente el comportamiento como abuso. El deseo de controlar a menudo apuntala relaciones abusivas y puede llevar a la violencia”.
Ahora, a sus 22 años, Alex está dando su testimonio en diversos medios de comunicación para instar a otras víctimas de este tipo de violencia a que rompan el silencio.
Quiero contar mi historia. No quiero que una persona más sufra lo que he sufrido. El hospital me dijo que estaba a 10 días de la muerte. Creo que la razón por la que sobreviví para contar mi historia es para ayudar a otros”.