Saltillo, Coahuila.- ¿Para qué buscar un rincón apartado, un arroyo o alguna vivienda abandonada si puedes subirte a una unidad de transporte y loquear a gusto?.
Eso parecen decir dos jóvenes, uno aparentemente menor de edad, quienes aprovechando que nadie les dice nada, tomaron una combi de la ruta 3A para destruir las neuronas que les quedan inhalando pegamento amarillo.
La escena, grabada por un pasajero, tuvo lugar este martes alrededor de las 4:00 de la tarde muestra a los dos adictos en pleno “banquete” el cual depositaron en un bote de yogurth y se lo compartían mientras platicaban al estilo de los famosos chifladitos.
Con señas se comunicaban mientras reían y no sólo cachaban el “chemo”, también un celular el cual seguramente está lleno de fotos de ellos muy monos inhalando.
Esto porque hasta la selfie le salió a uno de ellos con el bote entre la boca y la nariz. Luego él mismo sacó de su mochila la latita con la que resurtió su envase y ¡a darle de nuevo!
Tan atizado estaba que alucinaba, espantaba a una mosca imaginaria, pero siempre en su mundo; a diferencia de otras ocasiones, según narró nuestro camarógrafo, pues ha visto por lo menos cinco casos de jóvenes y otros no tanto, que se suben a inhalar el pegamento.
Le ha tocado que se ponen agresivos con la gente y ésta les rehuye, pero en ningún caso para quejarse con el chofer, obviamente para quitarse de problemas con los angelitos.
La ruta 3A carece de vigilancia en la mayor parte de su trayecto, que inicia enfrente de HEB La Nogalera, luego por el periférico y la calzada Antonio Narro. Hasta ahí todo bien, pero luego se interna en colonias como la 23 de Noviembre, El Álamo y Nueva Jerusalem.
Es en este tramo donde suele viajar con sólo algunos asientos ocupados. “La gente ya lo sabe y prefiere los lugares delanteros”, narra el testigo. Es que si te vas hasta atrás te toparás seguramente con uno de los viciosos.
Y sí. De hecho eran tres quienes viajaban, pero uno de ellos se colocó en medio de la unidad, llevaba una bocina con música norteña y de vez en cuando les enviaba mensajes a señas. Sonreían los tres, pero este parece que decidió no acompañarlos en su “merienda”.
Mejor ni meterse
Para cuando cruzaron por la colonia Valle Verde ya parecían haber perdido el sentido de la realidad, pues uno de ellos pedía el celular al otro a pesar de traerlo en el bolsillo. La escena no pasó inadvertida por una señora que abordó en la colonia Santa Teresa.
A toda velocidad la combi ella se aferraba a los pasamanos y avanzaba hasta la parte trasera, pero de inmediato retrocedió sin voltear; si los dos alegres compadres trajeran su espíritu belicoso, sin duda la habrían insultado.
De esas cinco veces que cuenta el testigo en dos la persona ha actuado violentamente, mentando madres, aunque no con mucho afán, esto porque se han dado cuenta de que los observan. El resto es simplemente esperar a que nadie voltee y los sorprenda.
Con los dos protagonistas de esta historia simplemente parecía que el mundo no existía, sólo ellos dos, embrutecidos pero contentos.
Hasta la calle Moctezuma, en que finalizó el viaje no dejaban de inhalar ni de charlar a señas y de vez en cuando se juntaban en el mismo asiento para abrazarse y decir incoherencias.
La historia se repetirá en dicha unidad. La experiencia indica que han encontrado su lugar ideal, donde ni los choferes, ni los pasajeros ni nadie se atreve a denunciarlos.
Por PASCUAL ESCANDÓN